Autor José Joaquín Palma.
Rompió la muerte el delicado broche que a la existencia terrenal te unía: ¡Así mueren los lirios de la noche, al resplandor del día! Con una aroma tu postrer aliento aún vive en las magnolias entreabiertas: ¡Así dejan perfumes en el viento las tuberosas muertas! Feliz la virgen que inocente y pura nos dice «adiós» y las pupilas cierra, sin que manche su blanca vestidura el fango de la tierra! ¡Feliz quien muere respirando en torno las auras puras de la fe celeste! Que de una virgen el mejor adorno es la mortuoria veste! Feliz la alondra que emprendió su huída llena de cantos y gentiles galas, sin dejar en las zarzas de la vida, las plumas de sus alas! Siempre me acuerdo de la vez primera en que admiré tus gracias singulares... era una noche azul de primavera, de fiestas y cantares! Juventud, hermosura, gentileza; del dulce piano los festivos dones, y un aire de deleite y de pereza llenaba tus salones. Y mientras todos con igual porfía respiraban de amor aquel ambiente, yo no sé qué letal melancolía llevabas en la frente. Y dije sin pensar: -pobre retoño que azotan ya recónditas congojas, no cubrirán los pámpanos de otoño tus amarillas hojas...! Y al fin cumpliose mi fatal presagio; llegó bramando la tormenta grave, se enfureció la mar, vino el naufragio y zozobró la nave. Dichosa tú que al empezar el llanto cerró tus ojos la voluble suerte, y ya duermes tranquila bajo el manto del ángel de la muerte! En la forma graciosa y delicada copiaba tu conjunto peregrino una Venus helénica animada por el fuego divino. De Filomena la canción nocturna imitaban tus ecos virginales, y era tu boca perfumada urna de mieles y corales. Si en el jardín tus pies se deslizaban cual se desliza el ánade en las olas, las verbenas en flor te saludaban meciendo sus corolas. Y si tus negras trenzas esparcías sueltas y libres de importuno broche, con su manto de sombras parecías el manto de la noche. Semejaba tu rostro sosegado de amor vertió sus gracias una a una, el pálido nenúfar coronado por un rayo de luna. Si hoy no se viste el arpa de tristeza y si se viste de festivas palmas es porque sé que en el sepulcro empieza la vida de las almas. Las lágrimas que en ayes se deshacen o que al rodar nuestras mejillas hieren, se deben derramar por los que nacen, jamás por los que mueren.. ¿Qué es la existencia...? perdurable guerra... Hiciste bien en emprender el vuelo; la patria de una virgen no es la tierra; su patria está en el cielo...! Del funeral flamero el brillo escaso reflejaba en tu faz marchita y bella ese mate opalino que en tu ocaso deja al morir la estrella. Morir y renacer! -esa es la norma, la muerte el germen de la vida lleva, la materia se funde, se transforma y la esencia se eleva... Duerme del sauce al soñoliento ruido, ese sueño feliz de eterna gloria: Que el musgo amarillento del olvido no cubra tu memoria; Que implores por los tristes de la tierra, que vele siempre la piedad cristiana apoyada en el mármol que te encierra y... adiós...!, hasta mañana!
Autor: Guillermo F. Halla
Ella, la ninfa celestial y bella, la dulce estrella que nuestro cielo iluminó fugaz; ella, la virgen de los labios rojos, la de los ojos cual los destellos de la luz solar.
Autor: F Antonio Batres Jaúregui
Y si bellos ojos miro que miran con simpatía, no siento amor ni delirio; en vez de gozar, suspiro al recordarte, María. Cuando escucho entristecido las notas que al piano envía, me parece ¡ah! que a mi oído de tus manos ha venido; y lloro por tí, María.
Autor: Francisco Lainfiesta
Pulsando las cuerdas su mano expresiva, ternísimo arrullo verterlas hacía. ¿Qué fue del ingenio creador de armonías, que ayer deleitara con notas sentidas? Más luce indeleble la estela infinita que al paso dejara la tierna María.