Yo vi una veguera
trigueña, tostada,
que el sol, envidioso
de sus lindas gracias,
o quizá bajando
de su esfera sacra,
prendado de ella,
le quemó la cara.
Y es tierna y sencilla
como cuando saca
sus primeros tilos
" la flor de la caña."

La ocasión primera
que la vide, estaba
de blanco vestida,
con cintas rosadas;
llevaba una gorra
de brillante paja,
que tejió ella misma
con sus manos castas,
y una hermosa pluma
tendida, canaria,
que el viento mecía
"como flor de caña."

Su acento divino,
sus labios de grana,
su cuerpo gracioso,
ligera su planta;
y las rubias hebras
que a la merced vagan
del céfiro, lucen
de perlas ornadas,
como con las gotas
que destila el alba
candorosa brilla
"la flor de la caña."

El domingo antes
de Semana Santa,
al salir de misa
le entregué una carta,
y en ella unos versos
donde le juraba,
mientras existiera,
sin doblez amarla.
Temblando tomóla
de pudor velada,
como con la niebla
"la flor de la caña."

Habléla en el baile
la noche de Pascua;
púsose encendida,
descogió su manta
y sacó del seno,
confusa y turbada,
una petaquilla
de colores varias.
Diómela al descuido,
y, al examinarla,
he visto que es hecha
"con flores de caña."

En ella hay un rizo
que no lo trocara
por todos los tronos
que en el mundo haya:
un tabaco puro
de Manicaragua,
con un bello anillo
que ajusta la Capa,
y en lugar de Tripa
le encontré una carta,
para mí más bella
"que la flor de caña."

No hay ficción en ella,
sino estas palabras:
"Yo te quiero tanto
como tú me amas."
En una reliquia
de rasete, blanca,
al cuello conmigo
la traigo colgada;
y su tacto quema
como el sol que abrasa
en julio y agosto
"la flor de la caña."

Ya no me es posible
dormir sin besarla,
y mientras que viva
no pienso dejarla.
Veguera preciosa
de la tez tostada,
ten piedad del triste
que tanto te ama;
mira que no puedo
vivir de esperanzas,
sufriendo vaivenes
"como flor de caña."

Juro que por siempre,
con toda constancia,
guardaré el secreto
de nuestras dos almas;
no diré a ninguno
que es tu nombre Idalia,
y si me preguntan
los que saber ansian
quién es mi veguera,
diré que te llamas
por honesta y dulce
“la flor de la caña”


Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido
18 de Marzo, 1809 - 28 de Junio, 1844





 



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