Para pintar al guajiro
con la mayor perfección,
quiero hacer la distinción
que en todas sus clases miro;
escribir lo cierto aspiro,
aunque mísero coplero,
y la espinela prefiero
al estilo altisonante,
para que después me cante
en la sabana el montero.

Dificultosa es la empresa,
si he de escribir imparcial
al severo mayoral
y al que anda por la dehesa;
pero es imposible ésa
copiando seres al vivo;
y pues hacerlo no esquivo
no hay que hacer inculpaciones
si dejo las tradiciones
y canto lo positivo.

En estos mis versos llanos
las clases describiré,
y si a Cuba antes canté,
hoy cantaré a los cubanos:
si mis esfuerzos son vanos,
si no alcanza mi razón
a formar la descripción
con la debida belleza,
culpad sólo a la pobreza
que tiene mi inspiración.

Sentadas, pues, estas bases,
también demostrar aspiro
que no se pinta al guajiro
en una, sino en tres clases:
musa, adelante no pases
sin distinguirlas primero:
una, guajiro estanciero,
y segunda, el mayoral;
tercera y más general,
el guajiro sabanero.

En la vega o en la estancia,
que todo viene a ser uno,
cuando el tiempo es oportuno
hay siembras en abundancia;
y esto se le debe al ansia
con que el guajiro estanciero
en su espacioso venero
al trabajo se dedica,
y por eso multiplica
su familia y su dinero.

El guajiro mayoral
ocupa más alto rango,
y en el campo y en el tango
es juez a un tiempo y fiscal;
su porte es original,
usa muy grande el sombrero,
buen machete, mejor cuero,
un arrenquín marchador,
y labradas con primor
fuertes espuelas de acero.

Si no hay administrador
él es tan sólo el que manda
y entonces es cuando anda
la finca mucho mejor.
El boyero es su inferior,
como lo es el carretero;
el mayordomo, enfermero
y mozos asalariados.
De éstos quedan separados
el maestro y el carpintero.

En el potrero o el hato
se llama el gañán montero;
éste es el gran sabanero
que hora ocupa mi relato:
es hombre de poco trato,
tan fuerte como valiente,
en rumbos inteligente,
que vive en las soledades
venciendo dificultades
tan audaz como prudente.

Cuando en las güiras los gallos
sus cantidos menudean,
estos guajiros se emplean
en ensillar sus caballos:
en la hacienda de "Los Guayos"
pintar trato al sabanero,
domando un potro cerrero
más bello que Faetón,
y que en un sabanetón
lo ha cabalgado primero.

Ya libre de la manea
el potro tasca el bocado,
y a la vez desaforado
retrocede y corcovea;
violento caracolea
y al guajiro compromete,
pues en un charco se mete
donde derribarle aguarda;
pero clavado en la albarda
parece que está el jinete.

A las casas de vivienda
vuelve ufano el sabanero,
porque aquel potro cerrero
ha obedecido a la rienda.
Grosero manjar merienda,
muda bestia, toma el lazo,
sigue con él en el brazo
y lo coloca en la albarda,
pues va por la vaca sarda
y previene algún fracaso.

Este hombre fuerte, atrevido,
un monte entero atraviesa,
y de registrar no cesa
el punto más escondido:
a veces vaga perdido
por la desierta sabana;
pero eso poco le afana,
pues a tales lances hecho,
prepara el mullido lecho
sobre de una penca cana.

Quita la albarda a la jaca
y en seguida la manea,
mientras el perro olfatea
buscando el rastro a la vaca,
la iguana al momento saca,
pone en la piedra el mechón,
vibra el pesado eslabón,
enciende el tabaco luego,
y después conserva el fuego
cabe un seco troncón.

Por la mañana apareja
la jaca; a su perro llama;
igual que las reses brama,
luego en libertad lo deja;
apenas cruza una ceja,
ladra el perro, el lazo saca,
pica su ligera jaca,
va donde sintió el ladrido,
y halla a su perro prendido
de la nariz de la vaca.

Allí con satisfacción
mira a su perro primero,
y después el sabanero
se envanece de su acción;
prepara sin dilación
el lazo que firme embraza,
el tiro certero traza,
el lazo diestro enarbola,
y virando una vez sola
por ambos cuernos la enlaza.

Y apremiando en el instante
al animal enlazado,
pasa corriendo un quemado,
llevando el perro delante;
no hay peligro que le espante,
todo para él le es igual;
ya atraviesa un matorral,
ya desciende a una cañada
hasta que deja trancada
a la vaca en el corral.

Ver en las grandes sabanas
al jinete sabanero
corriendo un potro ligero
entre matojos y cañas;
mirar las yeguas livianas
escapárseles doquier,
y al guajiro no ceder
hasta que las enlazó,
como los he visto yo,
juro que no hay más que ver.

Perfectamente estribado,
sin que el equilibrio pierda,
rige al bruto con la izquierda
al uno y al otro lado;
cuando el atajo acosado
toma el monte o su ladera,
él activa la carrera
y hasta el monte lo persigue,
en donde al cabo consigue
cortarle la delantera.

Aún hay otros campesinos,
como son los carreteros,
los peones y los arrieros
de los lugares vecinos;
todos a cual más ladinos
entonan canciones suaves,
y aunque sin acordes graves
siguen el uso del monte,
como lo canta el sinsonte,
como lo hicieran las aves.

Todo el esmero y primor
del guajiro está cifrado
en hallarse redondeado,
con un potro marchador;
cada cual tiene su amor
con lo que su bien completa,
y al trabajo se sujeta
sin cometer un desliz,
''hasta que se hace feliz
casándose con su prieta.

  

Francisco Pobeda y Armenteros

(La Habana, 4.10.1796- Sagua la Grande, Las Villas, 21.5.1881).
Desde 1816 residió en Sagua la Grande y desempeñó diversos oficios para ganarse el sustento. En 1829 publicó su primer poema en Ramillete Cubano y colaboró también en El Eco, de Santa Clara, El Sagua y La Luz, ambos de Sagua la Grande. A juicio de Lezama , fundador de la poesía popular. Era conocido por el seudónimo de El trovador cubano. Destacados intelectuales de la época, como Domingo del Monte e Ignacio Valdés Machuca, tuvieron elogios para su obra. Es considerado el iniciador del criollismo en nuestra poesía.





 



Regresar al Rincon Poético